132 años de experiencia e innovación: Bodegas de Santo Tomás
Esta semana Culinary y Bodegas de Santo Tomás se unen para llevar hasta tu hogar una experiencia única de cata sensorial con vino extraído directamente de la barrica, más información.
A lo largo de 132 años, Bodegas de Santo Tomás se ha reinventado múltiples veces, pero la innovación enológica siempre ha sido parte de su filosofía empresarial; desde ser los primeros en embotellar comercialmente un vino mexicano, pasando por su decisión de invertir en tanques de acero inoxidable para la fermentación, hasta el uso de barricas pequeñas de roble francés para añejar sus vinos, se ha destacado como una empresa vanguardista.
En la época porfiriana de industrialización y desarrollo, es donde se sientan las raíces de Bodegas de Santo Tomás, y con ella la era moderna de la vitivinicultura de Baja California y el país. A principios de la década de los años 30 el general Abelardo L. Rodríguez compró el Rancho Los Dolores a Francisco Andonaegui y trajo a Ensenada al italiano Esteban Ferro, el primer enólogo de Bodegas de Santo Tomás, quien trasladó todo el proceso enológico a las instalaciones de la calle Miramar en Ensenada.
Por aquellos días producían vino de las variedades Nebbiolo y Barbera para venta a granel, un sistema que limitaba su periodo de vida, por lo que en 1939 decidieron embotellarlo logrando así el primer vino comercial de México en esta presentación y abriendo paso a la industrialización de la empresa. Conscientes de la oportunidad, pero limitados por la falta de capital en efectivo, el enólogo decidió hipotecar el rancho para acceder préstamos bancarios y así impulsar el desarrollo de la vinícola.
En 1962, el general Rodríguez vendió la compañía a Don Elías Pando Pendás, quien inició una nueva fase en la historia de la vinícola logrando un gran impulso a la industrialización del vino, para después pasar la empresa a su yerno el Ing. Antonio Cosío Ariño en 1988.
Ese mismo año se incorporó como enólogo Hugo D´Acosta López, quien tuvo como objetivo desarrollar un proyecto claro de enología con personalidad mexicana, y la producción del vino regresa a su lugar de origen en el valle de Santo Tomás. Pocos años después, en 1955 la compañía consigue el primer proyecto arquitectónico enológico en América con una nueva instalación de forma circular y gravitacional, y decide invertir en la producción de vinos con mayor calidad.
Llegando a nuestros días, Santiago Cosío Pando continúa el legado de la familia dentro de Bodegas de Santo Tomás acompañado de la experiencia de Laura Zamora en la elaboración de los vinos y de Antonio Baro en el cuidado de las vides.
En este contexto y ante la inminente globalización del mercado, la vinícola obtiene reconocimientos a nivel internacional, posicionando su marca con 12 líneas de producción y 57 etiquetas, lo que logra un crecimiento anual de dos dígitos en el mercado nacional, apuntando hacia un público joven.
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